lunes, 2 de febrero de 2015

ENTIERRO DE LA SARDINA EN LOS CARNAVALES DE 1860

EL ENTIERRO DE LA SARDINA

DOCUMENTO CURIOSO DE LOS CARNAVALES DE 1860 Y LA RIVALIDAD ENTRE CARTAGENEROS Y MURCIANOS

NUM. 630                                   MIERCOLES 28 DE MARZO DE 1860                                    AÑO III
LA PAZ DE MURCIA
DIARIO DE NOTICIAS Y ANUNCIOS
Para que la opinión pública a cuyo fallo nos sometemos gustosos, forme un juicio exacto del incidente a que ha dado lagar la carta que el Diario de anuncios de Cartagena insertó en su núm. 50, a continuación copiamos dicha carta, la contestación que a ella dimos en LA PAZ de Murcia, número 635, y la que aquel diario da en el 64.
He aquí dichos documentos:
Carta del Diario de Cartagena de 29 de febrero de 1860.
Inolvidable amiga: he recibido con sumo placer la tuya del 22 en que dices que Ricardo y tú y todos suspiráis por mi ausencia ay! yo deseo también que termine pronto, pues no sé qué manía tenemos las cartageneras que no nos encontramos bien más que en Cartagena, y eso que Murcia me gusta mucho; es una ciudad bellísima, alegre, rica, bulliciosa, elegante, deliciosa en fin: este Carnaval ha sido aquí frio y desanimado, como en esa, como en Madrid, como en todas partes: los pollos de por acá, (que, entre paréntesis son muy amables y bailan mucho, sobre todo, unos que están estudiando fuera de aquí y han venido a pasar las fiestas con sus familias) dicen que la frialdad del Carnaval estriba en que después de la toma de Tetuán no puede haber nada conmovedor y animado como no sea la toma de Tánger. ¡Pobrecitos los que están en África! Nosotras, como no entendemos de estas cosas, somos partidarias de la paz.
Poco puedo contarte, Amalia, que te interese, pues sabes que yo aquí no conozco a nadie ni tengo relaciones, y así es que he estado sosa en el carnaval, medio aburrida en los paseos y aburrida del todo en los bailes; pero voy a decirte algo del Entierro de la Sardina que es en Murcia una magnífica mascarada, que no va en zaga a las que dice Ricardo que ha visto en. Roma, Nápoles, Florencia, Milán y Barcelona, advirtiéndote que me dispenses si incurro en algunas inexactitudes porque vi muy pocas cosas del tal Entierro y esas no las vía bien por estar muy mal colocada.
El día 17 por la tarde salieron las máscaras a La Sardina que figuraba venir de ese puerto; y el 19, primer día de Carnaval se publicó el bando de la Huerta, que está muy bien escrito y que debe ser obra de Arroniz o López o algún otro de los buenos muchachos de por acá por la tarde salió una mascarada que figuraba un ayuntamiento con el gobernador a la cabeza, acompañantes, maceros, municipales, etc. todos vestidos a la antigua y con ricos trajes, conduciendo en un carro-mato a la pobre sardina sentenciada a la, pena capital, y al emperador de Marruecos, a quien, por incidencia, condenaron lambiera a muerte, leyendo en voz alta la causa criminal que la habían formado ¡Que ajeno estará él de todo esto, allá en Mequínez entre tanta esclava bonita! Jesús! que rabia me da que esos diablos de moros tengan tantas mujeres como cuentan de ellos! Nuestros señoritos, Amalia, hacen bien en contentase con una…. lo malo es que a lo mejor dicen que aun esa les sobra.... Volviendo al suplicio del emperador de Marruecos, si a él le dijeran que por acá hacíamos esto con su majestad soberana, paréceme que diría: pues ahí me las den todas. Debe ser muy bruto. —No te hablo de otras mascaradas que hubo el primer día porque no las vi, y, como el segundo día fue tan malo de agua, viento y nieve, no vi ninguna tampoco— El tercer día, salió, por la mañana, del casino, una brillante comparsa a publicar el bando de los caballeros: llamaron a esta comparsa la guardia negra e iba formada por cerca de doscientos caballos ricamente enjaezados, con vistosos paramentos, y ,con sus jinetes vestidos también con el mayor lujo y con el más delicado gusto. Al anochecer recorrió por fin la carrera el Entierro de la Sardina, en el mejor Orden y con verdadera magnificencia: aunque, repito, no le vi bien, creo que iba en la forma siguiente:
Un piquete de batidores dispersando a la multitud impaciente y apilada.
Cuatros enormes gigantones representando las cuatro partes del mundo custodiados y alumbrados por muchas máscaras uniformadas con rareza y elegancia.
Una música y detrás un coche perfectamente adornado dentro del que iban los restos de la casa del emperador de Marruecos, escoltando y alumbrado por marineros que llevaban en el sombrero esta inscripción: La Perla…… ¡la Perla! ¿Comprendes, Amalia? ¡Cómo me acorde de Ricardo!
Otra música y otro coche que figuraba una fonda de dos pisos en cada uno de los cuales comían grandemente doce mamelucos en celebridad de nuestros triunfos en África, todo exornado, escoltado e iluminados con riqueza y buen gusto.
Otra música y un vapor que tenía por nombre «Tetuán» y en los costados dos inscripciones que decían: «Dedicado a «O'Donnell.» Iba tripulado por oficiales de marina (nada más que oficiales), que desde bordo iban tirando al aire bombas y luces de colores, y a nosotras dulces y llores a los balcones: este carro iba tirado por dos bueyes preciosamente adornados.
Un bergantín llamado «Africano» tripulado por marineros (nada más que marineros), que también nos arrojaban luces, ramilletes y golosinas. Ambos buques iban exornados, iluminados y acompañados con profusión y esmero; pero tanto uno como otro estaban, a mi cortó entender, mal hechos y peor aparejado: hasta decirte, chica, que el bergantín no tenía más que un foque, y ese lo llevaba al revés…..en fin, si Ricardo hubiera estado se hubiera reído más y mejor.
Una colección de enanos horriblemente feos.
Otra de patos, muy bonito, con su música.
Te advierto, Amalia, que esta música iba tocando los lanceros, y unos pollos que había en nuestro balcón nos propusieron bailarles; como nuestra afición es tanta, aceptamos, así es que no puedo darte cuenta de la infinidad de coches que después pasaron, porque no los vi, ni tampoco de una porción de comparsas a pie y a mi caballo que eran el principal lujo de la mascarada; ocupabame yo de hacer a mi pareja (que era un muchacho muy frescote; muy guapo y muy gordo) un saludo la Maintenor, cuando oímos gritar «la sardina, la sardina» Corríamos al balcón y en efecto, precedida de una banda militar, lujosamente decorada, escoltada como un capitán general y seguida de la guardia negra.
Iba detrás un gran coche que llevaba dentro una cosa que, me pareció una familia real, aunque en verdad no sabía yo explicarme a qué venia aquello allí, ni qué, querían decir los enterradores de, la sardina llevando deltas del difunto pez á tan encopetados personajes, que iban no sé si presos o escoltados por una sección de elegantes jinetes que daban fin y remate al entierro y a la mascarada.
El todo, Amalia, es una cosa sorprendente y digna de primeras capitales de Europa y habla muy alto en pro del desprendimiento, buen humor y gusto de los socios del casino murciano. Un señor muy viejo y raro que había en el balcón a mi lado, me dijo que toda aquella mojiganga que habíamos visto pasar, costaba muchos miles de duros, y este dineral estaría mejor empleado en remediar los males de los heridos en África, o de los hambrientos de España…..¿Qué te parece, Amalia? Estos viejos no pueden sufrir que una se divierta.
No te hablo de bailes, música, paseos y fuegos artificiales porque esta carta, se ha prolongado más de lo justo. Adiós, amiga mía, escríbeme pronto contándome algunas cosillas de mi querida Cartagena, y di a Ricardo que no le olvido y le quiero mucho…..no, no se lo digas que los hombres se ensanchan y envanecen mucho cuando una dice estas cosas: adiós otra vez.—Adela.

Contestación de La Paz
En el Diario de anuncios de Cartagena correspondiente al día 29 de febrero próximo pasado, hemos leído en la sección de cartas chismográfícas, la segunda, que, fechada en esta ciudad en 27 del citado mes. Dirige Adela a Amalia, haciéndola una crónica poco benévola del Entierro de la Sardina celebrado en el carnaval de este año.
Habiendo pensado no contestar a la indicada carta, porque en este como en casos análogos, el silencio es más elocuente que la pluma; tal vez descendiéramos a hacer su análisis, aunque no estamos acostumbrados a malemplear el tiempo, porque sabemos lo muchísimo que vale.
Mal que pese al Diario de anuncios de Cartagena, nuestro entierro de la sardina es ya célebre, y de nada servirá cuanto en él se escriba para desprestigiarlo, mucho menos cuando no solo gran número de cartageneros no han podido menos de hacer el elogio de tan brillante mascarada, sino que ha excitado la admiración de varias personas distinguidas, que de la corte y otros puntos han venido ad hoc, ocupando además su descripción así en este modo en años anteriores, las columnas de publicaciones notables.
El espíritu que ha dictado la carta en cuestión, es la pretendida rivalidad con que Cartagena cree que nosotros la miramos. Lejos de esto, Murcia nada tiene que desear de la ciudad de los Escipiones, sino, sino compadecerla por el despecho que en la generalidad de sus habitantes produce su mal disimulada envidia.
Hoy es ya de muy mal tono ese antagonismo entre pueblos; y preciándose Cartagena de culta e ilustrada, sinceramente la aconsejamos que abandone su sistemático enojo hacia nosotros que tan poco la favorece, y considere, que de insistir en él, la sociedad no podrá menos de lanzar contra ella un anatema, lo cual sentiríamos grandemente por ser Cartagena una ciudad que pertenece a la provincia de Murcia.
Lo que debe hacer nuestro colega es excitar oportunamente la esplendidez y buen gusto de los cartageneros, a fin de que entre las muchas cosas que pueden hacer para tener un buen carnaval en su ciudad querida, es un entierro de la sardina, y malo o bueno, no faltarán murcianos que vayan a verle, sin que después ocupen las columnas de ningún periódico con apreciaciones poco exactas para desahogar una cólera que jamás han tenido.
No obstante lo dicho, estamos muy lejos de creer que nuestro entierro de la sardina sea una cosa acabada, pero sí creemos que hacemos inmensamente más de lo que otros pueblos con más recursos. Que haga Cartagena otro tanto, siquiera algo menos, y espere tranquila nuestros plácemes, que la tributaremos con gusto.

Réplica del Diario de Cartagena de 18 de marzo de 1860
Hemos tenido el disgusto de leer en el diario de noticias La Paz de Murcia, correspondiente al día 11 del actual, un artículo lleno de acusaciones injustas y poco decorosas con que se pretende, más bien que contestar a la segunda carta, chismográfica, publicada en nuestro diario y en la que nos ocupamos del Entierro de la Sardina, lanzar a los cartageneros injurias que mancillan su bien adquirida fama de franqueza y caballerosidad; y aunque el autor de la carta referida no pertenece hoy a la redacción de este diario y hayamos tenido también la idea de despreciar calumnias que arrastran por el lodo a quien las dirige, como cartagenero amante de nuestro buen nombre nos ocupamos con repugnancia en contestar el citado infamante artículo, quiera para ello tengamos que mal emplear el tiempo cuya importancia conocemos y apreciamos tanto o más que los redactores de La Paz.
Mal comprendido, sin duda, el sentido en que se hallaba redactada la tal carta que tan mal efecto ha causado a nuestro apreciable colega, ha creído ver en ella el deseo de ridiculizar la mascarada en cuestión, cuando hemos estado pronto a celebrarla, llevados de la generosidad, y franqueza que caracteriza a los cartageneros y del afecto con que siempre hemos distinguido a nuestros vecinos de la capital.
La carta elegida a cada paso la riqueza y buen gusto del Entierro de la Sardina, y únicamente en la parte relativa al bergantín «Africano» es donde hace notar que había algunas imperfecciones, como la mala construcción del buque y colocación del aparejo, no llevando más que un foque, y ese al revés; pero sin embargo, se dice, que tanto el vapor «Tetuán» como el citado bergantín iban exornados, iluminados y acompañados con profusión y esmero, calificando el todo de la mascarada, como cosa sorprendente y digna de primeras capitales de Europa y que habla muy alto en pro del desprendimiento, buen humor y gusto de los socios del casino murciano.
Hecha esta rectificación, no para justificarnos a los ojos de nuestros redactores, pues estamos siempre dispuestos a contestarles en cualquier terreno a que quieran llevarnos, sino para que se comprendas el indigno sentimiento que ha precedido a la redacción del artículo a que contestamos, vamos a ocuparnos de las despreciables calificaciones que nos dirige, así como también de sus inoportunas reflexiones.
Metiéndose de un modo imprudente nuestro colega en el sagrado recinto del espíritu, atribuye el infundado deseo de ridiculizar cuanto en Murcia se hace, a la rivalidad con que creemos ser mirados por sus vecinos y a la envidia que nos hace abrigar esta creencia; y ya que a ese terreno se nos lleva, para contestar dignamente como acostumbramos siempre, debemos decir que nunca hemos creído que tal revalidad existiese, que hemos sido siempre los primeros en demostrarlo con nuestros actos, siendo grosera mentira el despecho con que supone miramos sus adelantos; y que por tanto rechazamos la compasión irónica con que los redactores de La Paz nos brindan, pues no solo la despreciamos, sino que creemos ser dignos de envidia en vez de envidiosos; y si se quiere una prueba de esta verdad léanse los dos escritos que nos ocupa y ellos contestarán a voz en grito, que el despecho, la envidia y el veneno con que han sido escrito el artículo murciano, están manifestando a su pesar, que si entre ambos pueblos existe esa rivalidad, no es Cartagena quien la sustenta con pasiones groseras, que no han tenido entrada nunca en el corazón noble de sus hijos; y si los que, con una osadía incalificable lanzan hoy sin motivo alguno entre nosotros la tea hirviente de esa rivalidad que rechazamos; rivalidad que nos tendría muy tranquilos si fuéramos tan pequeños que la pudiéramos sustentar en el corazón, pero esto para aquellos que nos han probado su antagonismo, mientras nosotros les perdonamos las imprudencias a que les conduce su extravío.
 La sociedad que cual juez inexorable ha de juzgar a los autores del artículo que da motivo a esta contestación y a los que por este medio lo rechazamos con desprecio, hará que su fallo o calificación de mal tono e imprudencia, recaiga sobre aquellos que han provocado cuestión tan indigna de pueblos cultos y sensatos.
Por último; les damos las gracias por el deseo que manifiestan de que imitemos su buen humor y lujosa mascarada, advirtiéndoles que, si bien no tan ricos como ellos, indicamos nuestros sacrificios a objetos más dignos de la consideración de los pueblos, a misión más alta que la de gastar sin fruto nuestro dinero y en lo cual pudieran imitarnos a su vez, empleando su esplendidez y riquezas, para no presentarse tan pequeños y dignos de la compasión con que les correspondemos, cuando la pobre Cartagena sabe ostentarse siempre grande y consecuente con su pasado, como merecedora del porvenir que pese a ciertos murcianos, está llamada a ocupar.
Rogamos pues a los redactores de La Paz de Murcia, se sirvan insertar en su diario esta contestación, en justo desagravio de nuestro buen nombre, que inútilmente han pretendido mancillar, así como para corresponderles, lo haremos con sus artículos en el Diario de anuncios de Cartagena.
En vista de los documentos que anteceden, el público dirá de parte de quien ha estado la agresión y de parte de quien la emplaza, templanza que demostramos con tanto más motivo,  cuanto cree debiera ser la contestación que merece el último artículo, concluyendo con manifestar a nuestro apreciable colega, que no nos volveremos a ocupar de este asunto por él provocado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario