lunes, 27 de junio de 2011

VIRGEN DE LA FUENSANTA Y SUS HISTORIA

HISTORIA
DE
Nuestra Señora de la Fuensanta
DE MURCIA
POR EL DOCTORAL
DON JUAN ANTONIO LA RIVA
MURCIA-1892
ANTE EL DESCONOCIMIENTO EN GENERAL DE LA VERDADERA HISTORIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA FUENSANTA, EN CUANTO A SU IMAGEN Y ELECCIÓN DE LOS MURCIANOS, PARA ELEGIRLA COMO PATRONA, ES LA ÚNICA INTENCIÓN QUE ME HA LLEVADO A SU ESTUDIO Y PUBLICACIÓN EN ESTE MEDIO, PARA EL CONOCIMIENTO EN GENERAL DE SUS DEVOTOS  
AL LECTOR
En mi propósito de que esta Biblioteca sea principalmente murciana, ya por el fondo ó asunto de sus libros, ya por sus autores, publico, como regalo del mes de Septiembre, en el que se celebra la fiesta de Nuestra Virgen Patrona, la Historia que de su eremitorio y de su Imagen escribió el Doctoral D. Juan Antonio La Riva, hombre de gran ilustración y de gran amor y cariño a las cosas murcia­nas.
El original de esta Historia no está en el Archivo del Cabildo; hay varias copias, que no concuerdan entre sí, más que en lo esencial, en lo histórico, difiriendo muchísimo en la forma. Dos de dichas copias he consultado para la publicación de la presente Historia; una de mi amigo D. José Pío Tejera, el cual me ha dicho que la ha tomado del original, que lo poseen los herederos del Sr. La Riva, y la otra copia, que la tengo yo, hecha por mí hace años, de un manuscrito que me faci­litó D. Santiago López González Caballero (q. e. p. d.)
Y esta es la que publico, porque es más extensa, porque tiene un capítulo más que la otra, el último de ellos, que por cierto parece que no está más que empezado.
Toda esta Historia parece un trabajo pre­paratorio, de datos y noticias hilvanadas para otro trabajo de más importancia, que el buen Doctoral se proponía hacer; pero, a pesar de ello, lo escrito tiene corrección y gusto en la forma, y sabor jugoso de historia local. No podía, resultar otra cosa de un escritor que tuvo talento y acierto para ingerir en la joya del Catecismo de Ripalda, preguntas y res­puestas que no desdicen de las que coordinó el mejor de los escritores que han puesto la doc­trina cristiana al alcance de los niños, hacien­do á la vez la mejor síntesis doctrinal para los hombres.
De modo que publicando esta inédita His­toria, se salva de su probable pérdida y des­aparición, se vulgariza el proceso casi provi­dencial de cómo vino á constituirse en Patro­na de Murcia la Virgen de la Fuensanta: se refrescan y rejuvenecen antiguas leyendas, sucesos pasados, llenos de piedad y de poesía, y, finalmente, se honra la buena memoria de aquel erudito y castizo escritor de esta ciu­dad, del Doctoral D. Juan Antonio de la Riva.
Llena, por tanto, cumplidamente, este li­brito, el puesto que va a ocupar en la Biblio­teca Popular Murciana, del «Diario de Mur­cia.»
José Martínez Tornel.

C A P Í T U L O   I.
Motivos de escribirla y publicarla.

Hasta ahora no se ha dado á luz noticia alguna de un Santuario tan celebrado en este reino de Murcia y fuera de él, como lo es el de Ntra. Sra. de la Fuensanta y por lo gene­ral se ignora su antigüedad y origen. Y como algunas gentes poco reflexivas han extendido la voz de que una imagen de la Virgen que el año 1805 colocó la S. Comunidad de Capu­chinos en una capilla de su Iglesia, es la ver­dadera imagen de la Fuensanta, ha parecido justo y debido al Istmo. Cabildo de esta San­ta Iglesia Catedral, único Patrono del San­tuario y su hacienda, dar al público un ma­nifiesto que documentalmente desvanezca tan grosero error, que puede entibiar la pública y general devoción á tan divino Simulacro, refugio y consuelo de los Murciamos en sus mayores apuros y aflicciones. Por lo cual, y antes de escribir esta historia, conviene manifestar de donde proviene este error y equivocada idea.
Nadie ignora en esta capital, que más arriba de la ermita de Ntra. Sra. de la Fuensanta hay un sitio llamado en la antigüedad el Ondoyuelo (porque tal parece desde lejos) y posteriormente ermita, título conservado hasta de presente, porque varias personas se retiraban á este monte, poblado entonces de pinos y malezas, á hacer una vida austera y penitente, llevados de la devoción de aquel Santuario. Entre estas hubo de concurrir una mujer llamada Francisca de Gracia, de ejercicio comedianta, de que se hablará en su lugar.
Esta y su marido Juan Bautista Gómez, pidieron licencia al Istmo. Cabildo para retirarse á aquel Santuario, la que les fue concedida en el ordinario de 23 de Febrero de 1610; y habiéndose trasladado á aquel sitio con todos los enseres que poseían de dinero, vestidos, alhajas y pinturas, la Francisca de Gracia eligió para su retiro una Cueva, la que aún conserva el nombre de Cueva de la Comedianta, en donde hubo de colocar una imagen de Nuestra Santa, pintada en tabla, parecida en su actitud y ropajes á las que se veneran con el título de Pópulo.
Seis años después de esta época entraron á fundar en esta ciudad los Padres Capuchinos, es decir, año 1616, quienes por su ejemplar vida, se guarda por tradición, fueron los directores de esta penitente, lo que es de creer atendido el celo de estos religiosos, y ser su convento cercano á dicho Santuario; y que después de 28 años que la mencionada Francisca vivió retirada en su Cueva, y temerosa de la muerte, vino á esta ciudad, trayendose el cuadro de la Virgen, y entregándolo á su director, el P. Guardian de Capuchinos, pasó á morir al Hospital.
Esta devota imagen la colocaron los Padres en el Andel de la Enfermería, la que con el piadoso objeto de darle culto público, según es de creer, la trasladaron á su Iglesia, y quizá debió extenderse y fomentarse la voz de ser la Virgen verdadera de la Fuensanta, como sucede ahora, pues por Decreto del Eminentísimo Cardenal Belluga, dado hacia 1704, se mandó retirar de dicha Iglesia y volverla al sitio que ocupaba en el Andel de la Enfermería, sin duda para desvanecer esta grosera equivocación de las gentes, la que ha vuelto á renacer y fomentarse desde que en el año pasado de 1805, fue colocada segunda vez la referida imagen en una de las capillas de la Iglesia del Convento, llegando con este motivo á disputarse entre unas y otras gentes, si la que está en la Ermita y monte de la Fuensanta, y posee el Istmo. Cabildo, y se conduce á esta ciudad en rogativa, es la verdadera; ó lo es la nuevamente colocada en la Iglesia de Padres Capuchinos.
Con este motivo, el Istmo. Cabildo, como tan interesado en conservar el debido culto y devoción á la verdadera imagen de Nuestra Sra. de la Fuensanta, venerada en el citado monte y Ermita, cuya propiedad tiene y le pertenece desde inmemorial, acordó en el espiritual de 6 de Setiembre de 1805, que se le informase sobre el hecho, y luego en el ordinario de 9 de Octubre de 1813, que se forma­se por mí un escrito que manifestase al pú­blico con la claridad y autenticidad posibles, todo lo que sea relativo al Santuario, é identificad de la soberana imagen, valiéndome de cuantos documentos se hallasen en su ar­chivo y fuera y crea conducentes para la cla­ridad de dicho papel y derechos del Cabildo. A lo cual doy principio, invocando para esta obrita, aunque pequeña, la protección de Ntra. Sra. de la Fuensanta.
C A P Í T U L O   II.
Del sitio en que se venera el sagrado simulacro
de Ntra. Sra. de la Fuensanta.
A una legua al Mediodía de la ciudad de Murcia, en la falda de una cordillera de montes, que separa el campo de la huerta de esta ciudad, hay una colina que desde el llano de la Huerta se eleva corno unas doscientas varas castellanas y en la cima de ella hay edi­ficado un suntuoso templo, que sirve de Er­mita, con un hermoso camarín, en el que es­tá colocado el sagrado bulto de Ntra. Señora de la Fuensanta, objeto de esta Historia. Mon­te verdaderamente santo desde que vino á ha­cer asiento en él esta sagrada arca del Noé di­vino después del diluvio de las aguas de la infidelidad, monte en donde vino á hacer pié esta paloma celestial, trayéndonos el Ramo de Oliva de la paz, y granjeándonos á cada paso infinitas misericordias de su hijo. Y nada extrañará que digamos que este es el verdadero monte Horeb, por los resplandores de aquella Zarza virginal y misteriosa, que ardiendo sin quemarse da realce a sus glorias. O uno de aquellos montes que profetizó Joel, diciendo que destilaría dulzura y suavidad; y del que nos dijo Isaías que en los últimos tiempos preparará Dios un monte que se elevará sobre todos los collados y que todos acudirían a él por el remedio de todas sus necesidades, como constantemente lo vemos ejecutan gentes de pueblos muy distantes, y especialmente los dos cabildos de esta ciudad de Murcia, siete veces coronada, quienes en todos sus apuros y para el logro del agua lluvia casi anualmente han recurrido y recurren dos veces a esta Santa Fuente, trayéndosela a la Catedral en rogativa.
Muchos de los que lean esta Historia, no han visto la ciudad de Murcia, ni el sitio de este hermoso Santuario, por lo que daremos una breve noticia de la situación y circunstancias de uno y otro. Desde el labio de la mar hay una vega llana, deliciosa, formada, al parecer, de la rebalsa y tarquín que formarían las aguas del diluvio. Tiene más de seis leguas de largo y más de una y media de ancho, aunque con alguna desigualdad. Cíñele dos cordilleras de montes, una por el lado del Norte y otra por el de Mediodía. Cruza por medio de ésta gran vega el caudaloso rio Segura, que naciendo en las sierras de este nombre camina con dirección entre saliente y mediodía al mar Mediterráneo. Luego que aquel sale de entre las estrechuras de los montes de Ricote y otros lugaritos, al dar vista a Murcia, encuentra un azud ó Contraparada, parte natural y parte artificial, de piedra de sillería sobrepuesta, la cual le obliga á derramar gran parte de sus aguas por dos brazos ó grandes acequias, que caminando por los raigueros ó faldas de los mencionados mon­tes, ciñen dicha vega, subdividiéndose luego en otras menores dispuestas con mucho arte y riega por ellas 122.000 tahúllas de la que llaman Huerta de Murcia en su término y has­ta un total de 360.932 en la parte restante perteneciente al Obispado de Orihuela, según afirma en un informe dado a luz en 1816, so­bre el pretendido canal de Cieza, el muy erudito D. Luis Santiago Vado, catedrático de matemáticas, por S. M., en esta ciudad de Murcia. Una tahúlla es un cuadron de tierra de 40 varas castellanas por banda, ó lo que es lo mismo, de 1600 varas cuadradas, que cinco y media, poco más ó menos, hacen una fanega de sembradura. Toda esta vega enteramente llana, excepto un leve declive nece­sario para el curso de las aguas, sembrada de trigo, alfalfas, y todo género de verduras, plan­tada de naranjos, limoneros, frutales y una infinidad de moreras para la cría de la seda, presenta la vista de un bosque y el vergel mas delicioso que habrá en España, y quizá en la Europa. A toda esta huerta está como señoreando el monte y Ermita de la Fuensanta, y allí viene a estar el punto de vista prin­cipal de este remedo del Paraíso, en medio del cual se halla situada la gran ciudad de Murcia a una legua larga de la Contraparada, y la de Orihuela a cinco, siguiendo el curso del Segura, el cual lamiendo las murallas de ambas ciudades, las hace muy deliciosas.
Para ir camino recto a nuestro Santuario desde Murcia, hay una carretera que parte desde el convento del Carmen, la cual llaman camino de la Fuensanta, desde tiempo inmemorial, y esto indica bien la antigüedad de la Imagen y su culto, que quizá les fue permiti­do a los cristianos en tiempo de la Dominación Sarracena, como en Zaragoza el de Nues­tra Señora del Pilar, en Granada de San Cecilio, sin otros muchos ejemplares; si ya los sectarios no llamaron Santa aquella Fuente, y Santo el monte, como el más proporciona­do para el ejercicio de sus supersticiones, y por eso el Rey D. Fernando ó D. Jaime el Conquistador, mandaron colocar sobre el peñón de la Fuente un objeto de verdadero culto y santidad.
El mencionado camino termina en un puente de la acequia Madre, que va al pueblo de Algezares; y pasada la carretera pública, en­cuentra un corto ejido con unas casas de he­rederos de Aguilar y Montesinos, y desde allí principia el término y hacienda de la Virgen, cuyos lindes son los que siguen: Desde dichas casas y ejido arranca un camino de herradu­ra con dirección a la Rambla que llaman del Sordo, con la cual se junta mucho antes de llegar a la Balsa nueva, y linda por Poniente con tierras del Marquesado de Pinares, y to­do lo que va quedando a saliente, incluso una balsa vieja muy grande, pertenece al San­tuario, cuyo linde sigue toda la Rambla arri­ba como cuarto y medio de legua, hasta una fuentecilla que llaman del Gusarapo, donde termina esta Rambla que conduce el agua lluvia de la Hacienda que dicen de los Teatinos . Desde la referida fuentecilla exclusive, y dejando a Mediodía la Hacienda titulada del Espíritu Santo, que también es propiedad del Santuario, revuelve hacia Levante, de co­lina en colina, hasta la más alta que da vista al lugar de Algezares, donde hay un mojón conocido, y baja casi línea recta, dejando la casa Hospicio de Nuestra Señora a Poniente, hasta la colina que hay a Levante de la Er­mita, y desde aquella parte a otra colina que está a Levante de la Fuente del Piojo, y baja al paso de la Rambla del Santuario, conti­nuando luego a Poniente a media ladera, lin­dando a Norte con olivares del Colegio de San Fulgencio y convento de Santa Clara de Mur­cia, y luego baja a terminar con el Camino Real y dicha acequia Madre, hasta tocar con el egido y casas de los herederos de Aguilar y Montesinos. Y todo lo que va quedando a iz­quierda es de la pertenencia de Ntra. Señora de la Fuensanta, y esta es su Hacienda y posesión.
Y por cuanto había algunos abusos de introducir ganados a pastar en ella, el Ilustrísi­mo Ayuntamiento dio comisión a D. Juan Lucas Guil, Regidor, para que hiciese el amo­jonamiento de la Hacienda de Nuestra Seño­ra de la Fuensanta, como así lo verificó, el cual fue aprobado por la ciudad en su Cabildo de primero de Abril de mil setecientos cuatro.
C A P I T U L O   III.
De la Fuente llamada «Santa» que da nombre al Santuario.
Esta nace bajo el peñón en que está la Ermita de Nuestra Señora, la cual es un caño de agua algo gruesa y poco potable; nace a corta distancia bajo el monte que hay entre Poniente y Mediodía, y es conducida hasta la fuente por un acueducto subterráneo bien construido, de hasta unos diez palmos de elevación, y por el descuido de no limpiarlo, sue­le minorarse el agua.
Este nombre de Santa, con que los antiguos apellidaron esta fuente, pudo muy bien tener su origen de cuando allá en tiempos remotos colocaron junto a ella un precioso simulacro, ó acaeciese esto en tiempo de la restauración, con alusión a la sagrada Imagen, como suce­de en otros santuarios, y determinadamente en el prodigiosísimo de Nuestra Señora de Valvanera, Patrona de Cameros y la Rioja; y en el subterráneo de la Catedral de Córdoba, donde al encontrar la Imagen, brotó una fuen­te que aún subsiste.
No obstante, hay que recelar que este nombre se lo puso la superstición gentílica ó la secta arábiga, atribuyendo erróneamente al­guna virtud oculta a aquellas aguas, especial­mente para sus acostumbradas purificaciones, extendiendo aquella virtud a todo el monte, no solamente en bien imaginado de los vivos, sino en el de las almas de los difuntos, pues el año de ochocientos cuatro y en el de ochocientos diez y seis, con ocasión de las nuevas obras, se hallaron en todo el espaldón del monte, desde el peñón de la Ermita a Poniente, y en la cuesta ó repecho para subir a aquella, varios sepulcros, algunos de ellos muy pulimentados y de especial primor, los cuales todos indicaban ser obra de gentiles ó moros, y de gran antigüedad, cuyos restos se hallaron en unos convertidos en polvo, y en otros unos huesos tan deformes que parecían de gigantes, lo cual pende de que los huesos de semejantes entierros crecen a fuerza de años por la humedad de la tierra.
Concluyamos, pues, en que esta santidad, atribuida a la fuente y monte, proviene de hallarse este sagrado simulacro colocado y venerado de los cristianos de los primeros siglos, ó a lo menos desde la dominación de los godos, continuando su culto permitido por los árabes, lo cual no deja de tener alguna probabilidad, como más adelante se dirá; ó que advirtiendo San Fernando y los castellanos que vinieron a poblar a Murcia después del año 1241 en que quedó por el Rey de Castilla; advirtiendo, digo, que aquella fuente y monte habían sido el objeto de las supersticiones del Alcorán, se propusieron convertirlo en un mon­te Carmelo, en una nueva Thebáida, colocando en su cima este precioso simulacro de María, para que la Santidad que hasta entonces falsamente se había dado a aquel lugar, fuese en lo sucesivo verdadera. Mas esto no pasa de mera conjetura, aunque muy fundada, co­mo resultará del hilo de esta historia; pero so­bre ello, nada consta de las que nos dejaron nuestros mayores.
C A P Í T U L O   IV.
De otra fuente que hace aquel sitio ameno delicioso.
Bajo la primera colina de la subida del Santuario, casi al igual a L. de la casa del Labrador de la hacienda de la Virgen, nace otra fuente que llaman del Piojo, de agua potable, pero mineral, cuya cantidad iguala casi a la que arroja la que llaman Santa, riega unos 300 olivos, y alumbrándola, arrojarla una cantidad doble, y sería de gran utilidad, pues nace en sitio muy ventajoso.
A O P. de la mencionada casa del Labrador y Almazara de Nuestra Señora, sale otra fuente de un caño de agua potable y extremada­mente fina y saludable, la cual sirve a dos objetos: 1.° al surtido de las gentes que acuden al Santuario y de los moradores de la huerta circunvecina, porque el agua de la principal fuente es gorda y desagradable, y la de la ace­quia Madre, suele venir turbia y salobre lar­gas temporadas. El 2.° objeto, es para regar como riega una vez al mes la mayor y mejor parte del olivar de la Virgen, que es todo el espaldón hasta llegar a la balsa nueva, en la cual vierte el sobrante de esta tercera fuente, con el cual se llena aquella cada trece días y se llenarla cada diez días si no acudiesen los ve­cinos de la huerta tan continuadamente a curtirse de su agua, que apenas se diferencia de la que llaman de la Luz, la más fina y de me­jores efectos que se conoce en esta tierra.
La mencionada balsa que hice construir de orden del Istmo. Cabildo, año 1816, tiene 68 palmos por banda, ó sea de 17 varas castellanas cuadradas, y su obra es solidísima y de larga duración. El nacimiento de este agua se halla en la Rambla del Sordo, al pié del San­tuario de la Luz, al lado de la hacienda de la Fuensanta, y la conducían los antiguos jun­tamente con la lluvia de dicha rambla hasta el Olivar de Ntra. Señora por unos acueduc­tos casi destruidos ya, y de que solo se ven algunos restos, y el azud con que cortaron la mencionada Rambla, cuya agua y la lluvia de la Rambla que filtra por unas sepulturas hon­das de piedras secas se conduce por un nuevo acueducto muy capaz, construido asimismo el año 1816 con caudal de la Virgen y comisión con que para la ejecución de estas obras, me autorizó el Cabildo y solo quedó por concluir un camino de carruajes, desde el pié del Eremitorio de la Luz hasta el de la Placeta de la Ermita de la Fuensanta, el cual serviría también para subir y bajar con mas decencia la sagrada Imagen.
Otra cantidad considerable de agua potable gozaba antiguamente el Santuario, así para el uso de la Ermita y Hospicio, como para regar gran parte de su hacienda, la mis­ma que debía gozar en la actualidad si Nues­tra Señora tuviera fondos para poner corrien­te el acueducto deteriorado por la influencia de los tiempos.
Sobre el sitio de la Ermita de la Fuensanta, hay otro de mediana elevación al Mediodía, que los antiguos llamaron el Ondoyuelo, después se le dio el nombre de Ermitas por las muchas que allí construyeron los penitentes
Publicada el 27/06/2011
C O N T I N U A C I Ó N 
Publicada el 28/06/2011
que a la sombra de esta Soberana Imagen, convirtieron aquellos montes, desiertos de racionales, en una nueva Thebáida; y última­mente se apellidó de Theatinos, con ocasión de haber adquirido aquel sitio los padres Je­suitas. En él brotan varias fuentes de agua dulce, la cual, por nacer muy baja, no es fácil su aprovechamiento. Como todos los montes de Murcia pertenecen al dominio de esta ciu­dad, acudió el Cabildo Excmo. a su muy Ilustre Ayuntamiento con la solicitud del agua mencionada para conducirla y fertili­zar con ella la hacienda de la Virgen, a cuya pretensión accedió aquel gustosamente, y a los 28 de Junio de 1505, hizo un acuerdo que es como sigue: «Acordaron los dichos señores concejo, vista la relación que el Lcdo. de Santiesteban y Pedro Riquelme. Regidor, a quienes la dicha ciudad dio el cargo que fue­sen a ver el pedazo de tierra que pedía Ro­drigo Fajardo, ermitaño, y el agua de la fuen­te del Hondoyuelo, que está encima de la Fuensanta, diéronle licencia y diéronle servicio a Ntra. Sra. de la Fuensanta, del dicho pedazo de tierra que está encima de la casa, que pueden ser hasta tres tahúllas do tierra, para que haga casa y huerta y pueda sa­car el agua de la dicha fuente del Hondoyue­lo, y traerla por su acequia hasta la balsa, y diz que ha de hacer en la dicha tierra y casa, y aprovecharse de ella para regar la tierra y huerta que hiciere, en tanto que no cierre la dicha fuente, ni el agua de ella, y quede y sea común, como ahora lo es, para beberla personas y ganados, desde la dicha fuente hasta la balsa que hiciera en la dicha huerta, y que solamente puede defender el agua que se recogiere en dicha balsa que hiciere y no otra alguna, y el acequia por donde ha de traer el agua á la dicha balsa, esté descubierta y no cerrada, porque los vecinos puedan aprovecharse de la dicha agua y de la ace­quia, así como la fuente.»
Es copia de la testimoniada de mandato judicial que dio el Cabildo y obra unida á las actas de 1819 y otra por duplicado en su ar­chivo, D. Agustín Cervantes, actual Secretario del Ayuntamiento, fecha 22 de Setiembre de 1818. Y el mencionado testimonio es com­prensivo también de otro acuerdo de la ciu­dad hecho en 1.° de Abril de 1704, sobre amojonamiento de la Hacienda de Nuestra Señora de la Fuensanta; para que siempre conste daré su copia abajo.
A consecuencia, pues, de la concesión del agua de la fuente del Hondoyuelo hecha por la ciudad al Cabildo como único y privati­vo patrono del Santuario, hizo construir una gran balsa para recoger las aguas y darle la elevación conveniente, á, fin de que pudie­ran entrar y conducirse por un acueducto des­cubierto por el lado de Levante y después con dirección al Norte, hasta caer á la Ha­cienda de la Virgen enfrente de su Ermita. Las copiosas y especiosas lluvias con que de cuando en cuando suele afligir Nuestra Se­ñora á este país y que utilizaron las cañerías de la Rambla del Sordo, como queda di­cho, hubieron de destruir también muchos trozos de este precioso cuanto útil acueducto, cuya reparación no sería de gran coste, como dirá cualquier inteligente, pues en su viaje abunda el canto menudo y no podía faltar el agua; y solo echarían de menos la cal en un paraje, donde es fácil hacerla. Dije, por cuan­to en el Santuario no hay agua alguna ni aun de pozo puede haberla, por ser el sitio de pe­ña viva y es notable falta en un Santuario de tanta fama y con hospicio.
El segundo acuerdo de la ciudad, que com­prende el testimonio del Ayuntamiento, dice á la letra: «El Sr. D. Juan Lucas Guill, regi­dor, dijo: Que en el Cabildo de 25 de Setiem­bre del año pasado de 1703, se le cometió por esta ciudad el que señalase y hitase sitio cor• respondiente á la Ermita de Ntra. Sra de la Fuensanta, para que los ganados ni otra per­sona se pudiera introducir á hacer algún da­ño ó perjuicio, y habiéndolo oído aprobó el reconocimiento y amojonamiento que hizo el dicho J. L. Guill, y del sitio que ha incluido hace gracia a dicha Iglesia y su administra­dor, con el gravamen de censo perpetuado de dos maravedís de vellón en cada un año por el dominio directo que tiene esta ciudad en todas las tierras de secano, raigueros y mon­tes de su jurisdicción, en virtud de Real pri­vilegio de S. M.», hasta aquí el acuerdo.
Posteriormente, D. Francisco Javier Mata de Aguilar, que compró la hacienda próxima que era de los PP. Jesuitas, hizo un nuevo amojonamiento y en este se atrevió á hacer una bajada hacía la Ermita, tomándole á la Virgen un corto terreno de su vertiente plan­tado de olivos.
«En dos y tres días de Enero de 520 años anduvieron dos hombres cortando y trocean­do y en el pinar doce pinos para ayudar á cubrir la ermita, que se cubrió el un cuarto de amanderecha todo, y el otro la meytad, diles á ambos medio ducado 187 y medio marave­díes.» Cuenta del Procurador D. Rodrigo Yu­teron.


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