jueves, 25 de agosto de 2011

CA PRESONA PA SU ESE




PERSONAJES.               ACTORES.
La tía Luisa, de 50 años.       Sra. Cecilio.
Fuensanta, de 26. .                  »    Brú.
El tío José, de 50. .                 Sr. López, P.
El tío Pedro, de 60. ,               »   López, A.
Manuel, de 19. . .                     »   Turpin.
Luis, de 26.. . . .                       »   Carrasco.

La escena en la huerta de Murcia en una tarde del verano de 1886.

Decoración de huerta, á la derecha del actor y en segundo término, la puerta de la barraca casa de José. En medio de la escena y junto á la puerta de la casa, un árbol de grandes dimensiones.
ESCENA PRIMERA
Al levantarse el telón aparecen al pié del árbol sentados en sillas, José, Luisa y Fuensanta. El tío Pedro en cuclillas, Manuel tendido boca abajo, en el suelo y sosteniéndose la barba con ambas manos. José leo en alta voz, no muy bien. Luisa y Fuensanta, cosen ropa blanca y escuchan la lectura, lo mismo que Pedro y Manuel.
JOSÉ. (Leyendo.) Yo á nada tengo pavor,
tú eres el más ofendido,
mas si quieres, te convido
á cenar, Comendador.
Que no lo puedas hacer
creo, y es lo que me pesa,
mas por mi parte, en la mesa,
te haré un cubierto poner.
Y á fe que favor me harás,
pues podré saber de tí,
si hay más mundo que el de aquí,
y otra vida, en que jamás,
á decir verdad creí.
Centellas. D. Juan eso no es valor,
locura, delirio es.
D. Juan. Como lo juzguéis mejor,
yo cumplo así. Vamos, pues.
Lo dicho, Comendador.
(Deja de leer.) Fin del acto quinto.
MANUEL   (entusiasmado)     Bien!
JOSÉ        A la noche leeré el sesto
y mañana, si Dios quiero,
posi.. lo arremataremos.
MANUEL. Recontra y qué corazón!
 como convía a los muertos
 a cenar. Eso es ser hombre.
 Leiga V. otra vez eso.
LUISA.      No, José. No leyas más,
que de sentirte aboa mesmo,
tengo una ambustia y un ese
que me corre por to el cuerpo, 
y me dan vatíos las sienes,



PEDRO.                      Pos en letura no es ná,
               dista allegarme a los sesos.
          como le daría á V. mieo,
es si viera V. á D. Juan
Tinorio, de carne y hueso,
en meta de un camposanto
platicando con los muertos.
LUISA.    Jesús, María y José. (santiguándose)
MANUEL. Es que lo ha visto V., Pedro?
JOSÉ.      Y yo. Y cuasiquier presona
              caido al Treato que lo han puesto.
PEDRO.  Cá vez que lo echan en Murcia
está de gente inda el techo     el Treato.
LUISA.      Pos es busto.
MANUEL,  Paere, yo voy á ir á vello
la primer noche que lo echen.
JOSÉ.     Vais tú y Pedro al gallinero
              y por dos reales lo veis.
              A Juensanta no la miento
              porque ande Luisa no vá
              no pue ir ella.
FURNSANTA.        Yo ma legro
              de no ir á esas cosas.
              Cuando hay pastores, ú juegos,
              si me llevan, boy á busto.
              Pero á ver hombres preversos,
              que le pegan á su paere,
              y dimpues matan al suegro
              porque ripriende una falta,
              no es mi busto el ir á vello.
PEDRO.  Ca presona pa su ese;
              Tinorio era un hombre de esos.
              Dios que lo haiga perdonao.
LUISA.         Perdonallo Dios? Me pienso
          que ese y los que son como ese
              irán con Pedro Botero.
JOSÉ.       Pos amen de ser tan malo,
tiene un remate mu güeno,
              porque D.ª Inés lo salva,
              de que caya en el infierno.
LUISA.    Es que ese hombre jué á la Gloria?
si lo juras no lo creo.
JOSÉ.     Pero ascúchame, mujer.
No dicia aquel misionero
que pedricaba en Jesús,
que dista lo que es veneno
se agüerve miel si Dios quiere           
á tocallo con sus deos.
Y pa proballo, añadía:
San Pablo, jué á lo primero
un hombre que no creiba
ni una palabra del Creo
y Dios le atacó en su arma
y es Santo y está en el cielo.
Pos hija, á D. Juan Tinorio
le puo pasar lo mesmo.
¿Y en lo que abora platico
digo bien ó mal, tío Pedro?
PEDRO.  Pa mí dista bora dices
la verdá de un avaugelio.
LUISA.    Pos pa mí, D. Juan Tinorio
está en los puros infiernos.
MANUEL. Y cudiao que era valiente.
Ahora ya no tenemos
en el mundo presonajes
de ese arbullo y de ese genio.
PEDRO.     No es que arrebajo tu dicho
          pero no pienso lo mesmo.
          Yo me feguro que hoy dia,
          hay hombres, que harian güeno
          á D. Juan Tinorio.
MANUEL.         Ca.
          No hay denguno.
PEDRO.  No ha de habellos!
Lo que es que abora no puén.
MANUEL.    ¿Por qué?
PEDRO.    Por ser otros tiempos.
Si abora D. Juan Tinorio
viviera, y en un convento
de monjas llegara á entrar
con cuasiquier pensamiento;
ú robara á algun vecino
válida solo de un perro,
ú á la autoridá fartara;
si se dijiera á uno ha muerto,
antes de cinco menutos
tenía zaga ó su cuerpo
media ocena de ceviles
y cátatelo ya preso.
MANUEL.    Los mataría tamien,
pos si á naide tenía mieo.
PEDRO.  Que mataría á los ceviles:
me reigo. (Sonriéndose.)
JOSÉ.     Dices bien, Pedro,
              al hombre de mas entrañas,
se le pone un cevil sério
por elante, y ya lo tienes
lo mesmiquio que un borrego.
PEDRO.    Un cevil contra paisanos
se atreve aunque sea con ciento.
JOSÉ.     Yo digo que los ceviles
son como el tren; en saliendo,
quien quiera atajalle el paso
que se cuente con los muertos.
PEDRO.    Vamos, pa saber la juerza
que manda un cevil, ma cuerdo
que en las últimas corrías
de toros, aún mesmo tiempo,
nus queríbamos meter
en la plaza unos seiscientos.
Los unos arrempujaban,
otros decían: «Caballeros!
que se ahoga aquí una zagala
y yo ya estoy medio muerto.»
Este grita, aquel maldice,
el uno pierde el sombrero,
el otro los apargates,
y queriendo ir tos pa dentro,
ni naide tenía pacencia,
ni naide cedía su puesto.
Pos con tuiquio aquel trimulto,
que era á moa de un infierno,
vienen dos guardias ceviles
y sin dengun cumplimiento
dicen: «Juera! Juera! Juera!
y el que arrempuje vá preso.»
Igual al rico que al probe
le riñian, y nus hicieron
ocho ú diez varas azaga,
pero cómo en un memento.
Y allí, entre tantos, habría
hombres que tendrían su genio
y nenguno dijo Pío                      
ni llo paso, ni no quiero.
MANUEL.    Si allí juera estao D. Juan...
PEDRO.      Juera obedecío el primero
ú á la Casa de la Parra
va amarrao; es dicir, preso.
JOSÉ      Tanimientras que gusotros
platicais mu por lo serio
de cosas que por sabías
á cualsiquiera dan sueño,
yo asina por lo bajiquio,
¡carape! me estoy rillendo
de lo pasmao que está Céuti
durante tó el arto sesto,
que es cuando el Comendaor
va á cenar estando muerto.
MANUEL.    Recontra: ¿es que jué el defunto
á cenar?
JOSÉ.         ¿Si jué? El mesmo.
Es dicir, la mesma estauta
que era un retrato prefeto.
MANUEL.    Y lo recibió D. Juan?
JOSÉ.         Con más hígaos que un cherro;
y por custion de palabras,
D. Juan Tinorio ya ciego,
echó mano á una pistola.
MANUEL.    ¿Pa qué?
JOSÉ.         Pa matar al muerto.
LUISA.        Y qué pasó? (asustada)
JOSÉ.         Que la estauta
tomó taibiques adentro
y atravesando paeres,
se jué, sin ná de abujeros.
LUISA.    Sería custion de henchizos.
JOSÉ.     No lo sé, pero lo cierto
es, que yo paso un güen rato
toas las veces que lo leigo.
PEDRO.      Tú como sabes leer

antretienes bien el tiempo
dándole busto á los ojos.
JOSÉ.     A los ojos! Y á tó er cuerpo!
Cuando yo leigo una cosa
              y me busta, pos si siento
un gozo, que me se estiende
dinda los piés á los sesos.
PEDRO.      Tuiquio el que sabe de lletras
tiene un antretenimiento
que pa como está hoy er mundo,
pue selle de gran provecho.
Yo fí tres años á escuela,
y cuando iba conociendo
las lletras, pensó mi paere
inclinarme a basurero:
y aquí me tienes, que de
hortalizas, medio medio,
pero de leer y escribir,
pos si me estorba lo negro.
JOSÉ.     Mala acción jué, y que perdone
tu paere que está en el cielo,
quitarte de que aprendieras
la letura. Lo primero
que debe aprender un hombre
es rezar y leer: y luego,
enclinarse aquella cosa
que puea dalle el sustento.
Mardita sea la letura,
los libros y los maestros,
que la perdicion de Luis
de hay dimana.
JOSÉ.         Por supueltgo,
cudiao que eres atascá
más que el barro.
LUISA.    No ampecemos
que sabes que toa presona,
(quito tú y el amo nuestro)
que saben lo que ha pasao,
han dicho, que el fundamento
de que Luis sea un hijo malo,
es el estudio que ha hecho.
JOSÉ.     Ya se arrematao la paz.
(Todos si levantan, Fuensanta trata de entrar
en la casa, pero se detiene en, la puerta.)
MANUAL.    Juensanta, aspera un memento.
LUISA.        Esta en sentir hablar de él...
FUENSANTA   Tía, me voy á otro puesto.
Yo que solo soy su prima...
MANUEL     Y novia... (burlándose)
FUENSANTA                Hablo en parentesco.
no me hace gracia denguna
              que se tire por el suelo
              á un hombre que to a su farta
              es que sabe él más durmiendo
              que...
LUISA.    De bastante le sirve.
FUENSANTA    Tía, no diga osté eso;
que me se alegra inda el alma
de acordarme cuando jueron
tos los hombres del partío
á Murcia pa hablar del riego
de gracia, y solmente él
le habló al alcarde primero
con una gracia y un ese...
que en el mesmo Ayuntamiento,
cuando ya se despedía
lo abrazaron los porteros.
JOSÉ.         Y añide que á los tres días
vino el agua.
FUENSANTA         Yo ma cuerdo
que dician tos: por Luis
salta el agua en los quijeros.
PEDRO.           Lo que la muchacha ice
no hay que negallo, que es cierto;
«Ca presona pa su ese.»
Pa platicar, Luis, es güeno.
FUENSANTA         Por esas y otras razones
que mu presentes las tengo,
tía, ya lo sabe osté ,
otro no coje en mi pecho.
(Fuensanta entra sin esperar la contestación de Luisa).

ESCENA II
José, Pedro, Manuel y Luisa

LUISA.        Pos espéralo asentao,
ú de pies, que yo me pienso,
que pa estar de las dos moas,
te dará el muchacho tiempo,
¡ay! tan güeno como era
de zagaliquio, y los maestros...
lo han prevertío
JOSÉ.          Recontra,
no magas ponerme serio.
LUISA.        Pero José, ¿no ta cuerdas,
que el zagal, á lo primero
solo leía el Catecismo
y en aquel libriquio viejo,
que mentaba en toas las hojas
la oración, sus cumplimientos,
el nombre, los articúlos,
y lo prencipal, el verbo?
Y en cuanto jué al Estituto,
y trujo aquel libro nuevo,
que dicía, que la tierra
deste mundo, era lo mesmo
que una naranja, y roaba,
y que el sol se estaba quieto,
¿No ta cuerdas que inde entonces
emprencipió á no ser güeno?
JOSÉ.              Y á me paece que entonces
comenzó
á marchar erecho.
LUISA.    Jesús qué hombre! Qué hombre!
Se nesecita estar ciego. (Se entra en la casa.)

ESCENA. III
José, Pedro y Manuel
JOSÉ.     Ya las sentío, compaere;
porque como ella no pienso,
tos los días diariamente
sus palabriquias tenemos.
MANUEL.    Recontra con las quimeras.
JOSÉ.       ¿Qué estás hablando?
MANUEL.         Que siento.
que osté y la maere, se enfaen
tos los dias por lo mesmo.
Y dice osté que me enseñe!
No estará bien, que malegro
el no conocer las lletras,
y si me matan no apriendo.
JOSÉ.              Cuando cumplistes diez años
dije: este es burro; y acierto.
MANUEL.         Yo seré lo que usté quiera
por no hacer la contra. Pero...
JOSÉ.              Anda, veste pa el panizo,
y del que quea más tierno,
siega pa los alimales
y ponte á cuidiar de ellos;
que pa vivir en la cuadra
sabes ya bastante.
MANUEL.         (Yéndose por el foro.) Güeno.


ESCENA. IV

José y Pedro

JOSÉ.     Se paecen los dos hermanos
como el verano al invierno.
Mi Luis á más, dia por dia;
este cá memento á menos.
Ambunas veces me dan
compaere, unos pensamientos...
PEDRO.           Afíjate en esta mano: (su derecha)
arrepara en estos deos,
y dime por qué estos cuatro,
son más juertes que el pequeño.
Tuiquios nacen á la vez,
tuiquios tienen igual maestro,
y éste, trebaja y señala (por el índice.)
doble que sus compañeros.
Pos porque no son iguales,
estará bien que alleguemos
ca un cerujano de fama
á decille: «Corte osté estos»,
cuando cá uno pa su ese
los tiene siempre dispuestos?
JOSÉ.     Lo que platicas abora
es verdad; pero yo siento
como paere, que no vargan
los dos hermanos lo mesmo.
PEDRO.                       Compaere; muchímas veces
he sentío yo á hombres güenos
platicar de tu Luis,
y le ven un fin mu feo.
JOSÉ.         ¿Y por qué motigo?
PEDRO.      (maliciosamente)      Toma...
JOSÉ.         Dímelo.
PEDEO       Vás á sabello.
Hace que se jué de quinto...
JOSÉ.         Seis años ya los ha hecho.
PERO.          Y hace cuatro que los mozos
de su quinta se gorvieron
con la licencia á su casa.
Y tu hijo, ni un memento
ha venío, pa saber
si seis vivos, si seis muertos.
JOSÉ.                          Pero escribe ambunas cartas,
y yo tamien le contesto.
PEDRO.      Y no te dá en qué pensar,
que haiga dicho, que primero
va á presillo, que golver
á criar sea y pimientos.
JOSÉ.         Y si él gana la comía,
porque la gana, escribiendo
ca un abogao de Madril
que tié muchísmos pleitos,
y de noche pinta casas
ca un señor que es ingeniero,
y platica en los cafés
de las cosas del Gobierno,
Qué farta le 'hace el vinirse,
á hacerse piazos el cuerpo
al subirse á una morera
ó segar un sementero.
¿Pos por qué en el Estituto
me gasté lo que no tengo,
y pa qué al desaminarse
ganó en tres veces tres premios?
PEDRO.           Pa que ahora, esté en Madril
y á tí no te dé provecho.
JOSÉ.         Ni tú ni dengun nacío,
ha llegao á ver el misterio
de por qué Luis no está en Murcia
hace tres años lo menos,
colocao ca un Escribano
ú en las casas del comercio.
Pero ya que me arriprietas,
te diré lo que yo pienso,
que yo tamien munchas veces
he cavilao con lo mesmo.
El á Juensanta le dió
palabra de casamiento;
y como es tan hombre, si él
ha pensao otra cosa lluego,
habrá icho, con no ir,
ella se irá convenciendo,
y aunque la mienta en las cartas
yo tengo ese regomello.
PEDRO.    Y á ella tú que le aconsejas?
JOSE.       Pa platicar solo de esto
vámonos áhí ar camino:
porque la verdad, no quiero
que la zagala se entere,
y causalle un sentimiento.
                   Ella, prima y sin ser prima,
lo quiere dista los güesos.
Vámonos que pa quí vienen
(Salen de la casa Fuensanta y Luisa)
mi mujer y ella. Gorvemos
de siguía, pon la mesa
que el sol ya se está puniendo,
y sabes que no me basta
cenar mu de noche,
LUISA,        Güeno.
(Se van de la escena por el foro Pedro y José)

ESCENA  V
Fuensanta y Luisa

LUISA.             ¿Has partío la escarola?
FUENSANTA    Y tambien tiene el agrezo.
¿Pongo la mesa?
LUISA.             No: aspera
á que güervan, porque temo,
que pase lo que otras veces.
FUENSANTA    Pues si se han parao allí mesmo
LUISA.       Sin arremover un pié
son capaces él y Pedro,
de estarse dista las doce.
FUENsANTA     Entonces, tia, me asiento. (se sienta)
LUISA.       Y yo tamien. ¿Has sintío
dicir si ha tenío arreglo,
la boa de la hija del
tio Sebastian Pacheco?
FUENSANTA    Y tanto como ha tenío:
segun antealler digeron
se casan á la carrera.
LUISA.         De verdá? Hija malegro
de que al fin á esos zagales,
se les cumplan sus deseos.
¿Y tú?
FUENSANTA    Tía, qué quimera.
¿No sabe V. lo que pienso?
Como Luis no mande carta
en que diga: Me arrepiento
de la palabra que dí,
yo por mi parte lo aspero.
LUISA.    (apagado.)                  Estamos bien, á Dios gracias.
(A Fuemanla) Yo te daría un consejo,
si supiera que al sintillo,
no ibas á pensar, que quiero
contrariar tus intenciones.
FUEN SANTA   Si va inclinao como pienso
á decirme que lo orvie,
pierde V. el hablar y el tiempo.
LUISA.        Pos sa rematao el asunto.
Saca la mesa.
FUENSANTA (entrando en la casa) Aboa mesmo.

ESCENA VI
Luisa (incomodada)

¡Ay hermana de mi arma,
si estás gozando en el cielo,
no dirás que tu Juensanta
no hace su gusto completo!
cudiao que pica en historia,
no tiene conocimiento
pa ver que hace siete años
que la estamos mantubiendo,
y que er mundo está mu malo
y que mi casa vá, á menos.
Y lo que á mí más me apura
es que tiene ya en el cuerpo
veinte y seis años y que
dista fea se vá gorviendo;
y en tener dos años más,
no la querrán ¡ni los perros!
¡Ay qué sobrina, qué hijo,
qué marío, y qué infierno!

ESCENA VIL
Luisa y Fuensanta

(Fuensanta saca una mesa pequeña y encima de ella el mantel doblado, platos, pan, cuchillo, etc.)

FUENSANTA         La mesa.
LUISA.                  Tiende el mantel.
Pon los platos en su puesto,
y menéate que vienen.
La cena.
FUENSANTA.      Ya voy corriendo. (Entrando en la casa.)

ESCENA. VIII
Luisa, José y Pedro

JOSE.            Sabes que hay un conviao?
LUISA.           Un convíao, ¿quién es?
JOSE.            Pedro.
PEDRO.         Sampeña en que us acompañe...
LUISA.           Tomates fritos con güevos
hay pa cenar.        
PEDRO.         Pos me bustan.
JOSÉ.                                   Llama á Manuel. (A Luisa.)
(Manuel aparece por el fondo con un haz de yerba, Fuensanta por la puerta de la casa con una fuente que contiene la cena.)


ESCENA IX
José, Pedro, M anuel, Luisa, Fuensanta

MANUEL.       Yo ya vengo,
que he arrematao la tarea.
FUENSANTA         A cenar, que están mu giienos.
JOSÉ.                          Pos á la mesa.
LUISA.                  A la mesa.
(Todos se sientan ú cenar, José ofrece vino a Pedro.)
JOSÉ.                          Bebe.
PEDRO.                Prencipia.
JOSÉ.                   ¿Y tú?
PEDRO.                Lluego.
(Bebe José, y se deja oir el ruido de los cascabeles de un carruaje.)
MANUEL.       Paere, paere, una tartana,
viene pa quí.
JOSÉ             A naide aspero,
con que cena y no te cudies...
MANUEL.     Sa parao junto al almendro.
JOSÉ.          Mia haber quien es. No me busta
moverme estando comiendo.
(Sale precipitadamente Manuel por el fondo izquierda, los demás siguen cenando sin demostrar interés)
MANUEL.       (dentro.) Paere, paere.
JOSÉ.     (José y todos se levantan)      ¿Qué será?
PEDRO.      Trae ambrazos á un caballero.
LUISA.        A un señorito con barbas.
JOSÉ.         Si es mi Luis! (con placer inmenso)
LUISA.        ¡Mi Luis! (apagao)
FUENSANTA (dando un salto)     ¡El mesmo!

ESCENA ÚLTIMA
José, Pedro, Manuel. Luis, Luisa
y Fuensanta
 Manuel trae en brazos á Luis que viste traje bas­tante decente. Entra corriendo en la escena, todos quieren abrazarle, pero Manuel los va chas­queando, hasta que todos dicen, «Que lo tiras»

LUIS.           ¡Padre! ¡Madre!
JOSÉ Y LUISA.   Hijo del arma.
MANUEL.                 Recontra que no lo suelto.
JOSÉ.                                 Deja que le dé un abrazo.
LUISA.                Deja que le dé cien besos.
LUIS.                Que me tiras.
TODOS.      Que lo tiras.
(Todos rodean á Manuel, y éste deja á Luis en la escena, mientras José y Luisa abrazan y be­san a Luis, Manuel sollozando de alegría, dice)
MANUEL.         Recontra y qué juerza tengo.
(Manuel se retira al último término de la escena)
LUIS.                  Al cabo de los seis años.
                      Otro abrazo.
PEDRO.             Y yo?
LUIS.        (abrazándolo)        Tío Pedro!
Fuensanta, venga esa mano
que yo cumplo lo que ofrezco.
JOSÉ.   (á Luisa) Has sintío esa palabra.
LUIS.        Cuántas veces habrán puesto
en duda el mucho cariño
que les tuve y que les tengo.
¿Mas y mi hermano, qué hace?
¿Dónde está que no le veo?
FUENSANTA       Míralo. (señalando á Manuel)
LUIS.                            Estás llorando!
MANUEL.   Pero no es de sentimiento;
que aunque yo no sé de lletras,
porque has venío, me alegro
más que tuiquia la familia.
LUISA.             Llora de busto.
MANUEL. (abrazando á Luis) Eso mesmo.
LUIS.               Este cariño es el puro,
este sí que es verdadero.
LUISA.                Vamos, dejármelo á mí:
ven hijo, y en un memento
te muarás; en tavía
guardo la faja, el sombrero,
los calzones y alpargates,
que te se quearon nuevos
cuando te fistes de quinto.
Ese farrucon estrecho
te dará mucha calor,
anda, que así estás mu feo.
LUIS.           Madre mía, ese vestido
que con gran placer recuerdo,
hoy por hoy no es para mí,
no soy lo que en otros tiempos,
hoy la sociedad me niega
que con él tape mi cuerpo.
LUISA.             Pos hijo, ¿qué ta pasao?
JOSÉ.            Déjalo que abra su pecho.
LUIS.           Porque no se me tratara
de loco, orgulloso ó necio,
no les he dicho en mis cartas
cual era mi pensamiento.
Mas cuando á Madrid llegamos
trasladados de Toledo,
me dije: Aquí me hago hombre
si me ayuda un poco el cielo.
Y cuando á mis camaradas
y á mí los pases nos dieron,           
yo le dije al coronel:
Este pase no lo acepto,
porque en la corte de España
á quedarme estoy resuelto.
Ya tenía yo en Madrid
amistad con un sujeto
que me daba libros, casa,
y parte del alimento,
por trabajarle á un hermano,
Escribano, casi ciego.
Desde aquel dia, con penas,
con privaciones sin cuento,
y sobre todo, estudiando,
convencí á todos mis maestros
de que era amante al estudio
y á la ciencia que profeso,
y ha seis dias, que he tomado
el título de Arquitecto.
JOSÉ.         Es dicir, que eres...
LUIS.           Un hombre
de carrera, no un labriego;
gracias á que desde niño,
tuvo V. un formal empeño
en que yo en el Instituto,
escuchara á doctos maestros.
JOSÉ.              Pos aquí ties á tu maere
que dicía...
LUISA.        Y yo qué entiendo?
LUIS.           ¿Y Manuel, sabe leer?
JOSÉ.     Que si sabe leer? Ni esto. (mordiéndose la una)
Trebaja, come y se acuesta;
burro, con conocimiento.
MANUEL.       Recontra, que ya me canso
de sintir siempre lo mesmo.
Es que vamos á ser tuiquios
en España caballeros?
Pos si juamos tos ansina,
¿quién sembraría los pimientos?
¿quien dispués de arrecogíos
los llevaría al Cabezo?
¿Quién cuando tuiquias las ciecas,
tienen mi parmo de hielo,
se arremangaría con busto
pa echarle al esquilmo el riego?
nenguno; porque eso lo hace
solmente el que es jornalero.
Y paere, aunque soy un burro,
yo á mi manera compriendo,
que si faltan los jornales
la tierra no dá provecho,
y en faltar lo de la tierra,
por faltar, falta inda el verbo.
Conque yo no igo más;
vamos á cenar.
LUIS.       (abrazándole)       ¡Soberbio!
pensando de esa manera
eres un hombre completo.
PEDRO.    Cá presona pa su ese.
(Al público)     Señor, si lo estoy diciendo.
LUISA.    No habléis más y cuéntame...
LUIS.      De sobremesa, pues veo
que mi llegada ha cortado
la cena.
JOSÉ.       Hijo mio, es cierto:
Vamos á cenar, compaere.
LUIS.        Padre, padre, lo primero
es invitar á quien mira. (Por el público)
JOSÉ.       Hazlo tú.
LUIS.        Yo, ni por pienso:
disponer yo de esa mesa
teniendo V. el ojo abierto;
no señor, V. es el jefe.
JOSÉ.   (Al público)   Ven ostés si tié talento.
¿No estará bien que el arbullo
me sale inda por los pelos,
de ser yo el paere de un hijo
que inda no me lo merejo?
Juera de más platicar:
á cenar tos caballeros,
que porque mi Luis disfrute
me gasto... lo que no tengo.
Escenificado, en la XL SEMANA INTERNACIONAL DE LA HUERTA Y EL MAR, por el cuadro de actores de la Peña Huertana La Menta








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