martes, 30 de agosto de 2011

NUESTRAS FIESTAS EN MARZO DE 1859

Hoja de prensa restaurada digitalmente en un 90%,

Núm. 317                               19 DE MARZO DE 1859                           AÑO II
LA PAZ

PERIÓDICO DE NOTICIAS, AVISOS Y DE FOMENTO DE LA PROVINCIA DE MURCIA

CARNAVAL

Tras una gran borrasca viene la calma: tras la alegría el llanto. Si, marcia­nos, lloremos a moco tendido, lloremos a la que tantos ratos sabrosos nos ha proporcionado, a aquella a quien si Noé hu­biera conocido, para darle homenaje hubiera cultivado la vid aun dentro del arca; a la que el mismo dios Baco rinde vasallaje; a aquella cuya esqueleto, olor ó nombre tienen el mágico, poder de desocupar una bodega; lloremos, en fin reinos a la Sardina.
¿Quién nos había de decir tres días antes, cuando se hallaba esta Señora tan fresca y tan lozana, y cuando todos, presididos por el príncipe Cabriolas, nos apresurábamos a festejarla que su vida amenazaba peligro? Esto parece un sue­ño, mas no, no son sueños los recuer­dos que ha dejado en nuestros estóma­gos y en nuestros corazones, ¡No conocíamos que las dulces aguas del Segura habían precisamente de acortar la vida de alta salada Señora! Poca previsión he tenido, pues de lo contrario fácil­mente hubiéramos traído a esta (con el beneplácito de Neptuno) el ruar Negro aunque se hubiese quedado en seco Se­bastopol.
En tan sensible pérdida no nos resta más que el consuelo de hacerle saber a su digna heredera, que se halla bajo la tutela de Tetis y Neptuno, los festejos que se hicieron a su Mamaíta en su triunfante entrada en esta ciudad, así como los auxi­lios que se la prodigaron en su enfer­medad, y las lágrimas, gritos, oyes, que­jidos y pucheros que causó cuando corra el aparato digno de tan heroica dama fue conducida a su última morada
La gente de la huerta estaba apostada al rededor de esta ciudad para que no se les escapase, entrara por donde quisie­ra; y al fin vino a desembarcar el domingo a las diez de la mañana a la plaza de San Agustín, desde donde fue acompa­ñada a su alojamiento, que lo fue el pa­lacio del Casino, en la forma siguiente:
Rompía la marcha la banda del señor Córdoba disfrazada de huertanos, a la que seguía una mascarada a caballo, en la que figuraban varías basureros y otros caprichos.
Tras esta iba una muy ataviada carreta tirada por gente de cuatro orejas, en la que se publicaba la fausta nueva de la llegada de tan noble Señora.
Después iba la música del señor Mirete con igual disfraz que la anterior a la que seguía otra carretela tirarla por cuer……


tes que había en los a balcones, a          que flores y versos.
Detrás otra carroza tirada también por una misma familia remendando un bodegón.
Le seguía inmediatamente otra berlina ti­rada por.... (Dios nos libre) en la que un baile de boda.
A este segura un magnifico carro ti­rado por mulas figurando un huerto con frutales, y bajo un naranjo una sartén monstruosa llena de sémola, al rededor de la cual iban comiendo varios, y col­gada en las ramas del referido naranjo la madre de todas las jarras de cabida de unos tres cántaros de agua. Por últi­mo cerraba la marcha una comparsa de huertanos en burros.
A la vez salió del Casino una comisión figurando un ayuntamiento ridículamente disfrazado con trajes antiquísimos; los sombreros de copa tenían dos dedos de ala y una vara de altos, las fal­dillas de los fraques concluían en punta aguda en los talones, calzan corto, chalecos bordados a la antigua, media y za­pato con hebilla; al cuello llevaban unos pañuelos-tohallas y unos cuellos en las camisas cuyas agudísimas puntas concluía en los ojos. Iba precedido por la banda militar del señor Esbrí, y digiriéndose por la calle de la Platería fue a la plaza de Sta. Catalina a recibir a la mas­carada anterior, desde donde reunidas se dirigieron ambas al Casino. Allí teman preparado un magnifico y elegante re­fresco compuesto de lechugas, habas, y otras delicadezas por el estilo. Conclui­do el refresco volvió el referido ayunta­miento a despedir a la mascarada hasta el punto donde la recibió, volviendo ca­da cual al punto de partida.
A poco de haberse alojado la memo­rable dama, empezó a sentir cierto mal estar ya producido por la abundancia de perfumes, ya por el cansancio ocasionado por la recepción de tantas visitas, ó ya, en fin (y esto es lo más probable) por no probarle las aguas del Segura. Pasó la noche del domingo muy intranquila y amaneció muy mala. Inmediatamente se mandó venir del mar Cantábrico al mé­dico Caramel, del Jonico al doctor Sar­go, y del Mediterráneo al licenciado Chirrete, y después de varias consultas, hacerles sacar a la enferma mil veces la len­gua, y pulsarla cuatro mil, acordaron una sangría. La efectuó el maestro Tiburón y se le quedó entre las manos. ¡¡¡Fatal sangría!!! Sangría que nos arrebató a la más cara, la mas  pero a qué entristeceros más? Bastante habéis jeme cado.
En el acto se determinó publicar tan infausta noticia, y al efecto el lunes sa­lió a las once de su mañana del palacio mortuorio un bando en el que rompía la marcha la banda del señor Esbrí, y después el secretario y pregonero a caballo escoltados por un escuadran de Mayares y otro de Suizos, cerrando la comitiva otra banda de música, y tanto esta como la anterior vestían traje de marineros.
Desde este momento se pintó la tristeza en el rostro de todos los murcianos, excepto en el de algunos miles que para desechar el intenso dolor que la muerte de la finada causaba en sus vientres, procuraban hacer ejercicio loqueando por estas calles sin interrupción hasta el momento en que el martes fueron a conducirle los restos de nuestra Heroína a la última morada. Entonces fue cuando todos vinieron a conocer lo que valía la pérdida que experimentaban y se agolparon en tropel al palacio de la finada a tomar cirios para acompañar el fúnebre cortejo. Las casas de las calles que este había de recorrer se iluminaron como por encanto y al fin salieron a las siete de la noche. Miles de luces en dos disiparon las tinieblas y dejaron ver:
Los franqueado res precediendo a un estandarte blanco, emblema de la inocencia de la finada, conducido por un guerrero a caballo, cuyo bruto tenia los cascos al parecer sobre dorados, porque de oro tal vez no serían.
Seguían cuatro gigantes representando a Europa, Asia, África y América.
Después se dejaba ver un magnífico carro adornado de pámpanos que conducía al dios Baco, que sobre un tonel iba haciendo de las suyas.
Tras este seguía la falúa de sanidad sobre las olas de un mar embravecido; en ella iban unos veinte marinos, capitán del puerto y médico.
Detrás marchaba otro carro de capricho.
Seguíale otro figurando un teatro, en el que con la música de un violín y un redoblante iban parodiando la última escena de la ópera El Trovador.
A este seguía, otro representando la Aurora.
Después venia otro con la alegoría del Destino movimiento, alegría y vida por delante, y la muerte con su guadaña en una gruta a la espalda.
Seguía a este tirado por dos pares de bueyes, guano se velan un magnífico ber­gantín con muchos marinos pescado sardina; eran sus dimensiones tan colosales que por la estrechura de algunas calles tuvieron que arriar el velamen para poder seguir.
En seguida marchaba el escuadran de caballería de Magyares.
Detrás, tirado por cuatro magnificas caballos negros sus correspondientes penachos venia el hermoso carro de Vul­cano, el que con su fragua mágica y luces de colores, pólvora y demás entu­siasmaba a los espectadores; mies de cartuchos de dulces y ramilletes de flores naturales, salían de entre las llamas a parar en los balcones coronados de hermosas jóvenes. Otra banda de música con traje de marineros iba inmediatamente detrás tocando escogidas piezas, al compás de las cuales sonaban los martillos sobre el yunque de la fragua de Vulcano
Marchaba en seguida la caballería de suizos, y tras esta la comparsa de pajes y enanos, mandada esta por el enano de mando de Rejón, que iba sobre un borrico, llevando un morrión de gastador y una descomunal espada.
A estas seguían los gastadores armados de formidables útiles como cucharas, trinchantes, parrillas, etc.
Detrás de estos seguía otro estandarte encarnado en el cual se manifestaba ser presente el octavo aniversario que por la excelsa y sabrosa Señora se tenia el disgusto de celebrar.
Necesario es, que aquí hagamos una Pausa y nos preparemos a recibir el más bello ideal que darse puede. Tirado por ocho caballos cuya blancura envidia hasta la misma nieve, enjaezados con hornachos y arreos encarnados con sus correspondientes palafreneros, puestos de calzan corto blanco, bota de montar, casaca encarnada y sombrero de tres picos guarnecidos de blanco, e igualmente el postillón y tronquistas, avanza majestuoso el carro que conduce el cuerpo de la inolvidable finada.
Desde el pescante, ó mejor dicha, los del trono que ocupan los intrépidos e inteligentes tronquistas, principia a mecerle tranquilamente el ancho mar, anal que se retratan cuantos objetos contribuyen a solemnizar el entierro de su muy querida hija; de sus aguas nacen escarpadas rotas, por entre las que se ven nadando varios delfines de tamaño natural, en la cumbre de la más elevada se verá la diosa Tetis con una posición tan perfectamente estudiada que completa, la ilusión
Tras este, y tirado por buenos briosos caballos con sus penachos, marchaba una carrete de respeto, conduciendo a cuatro individuos del Casino con traje de rigorosa ceremonia.
Seguía otra banda de música en igual traje que la anterior, cerrando por último la fúnebre mascarada una grandiosa y lucida escolta de caballería.
La celebridad que cada año obtiene esta mascarada hace que nuestra capital se vea en estos días casi ó más concurrida que en los días de feria, tanto que el tercer día vimos a las tres de la tarde, foras­teros que no encontraban donde alojase y aun después, llegaron las diligencias llenas. Con todo, a pesar de este bullicio, no ha llegado a nuestra noticia, haya habido desgracia alguna en los tres días de algazara,
También los bailes se han hallado concurridísimos, especialmente el del Casino del tercer día, para el cual no bastaba ni aun con el patio que al efecto se habilitó.
Concluimos dando nuestro parabién a las personas que, ya tomando parte, ya dirigiendo, han llevado a cabo estas mascaradas por el buen éxito que han obtenido todas, quedando por ello sumamente complacidos paisanos y forasteros.

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